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Predicar con el ejemplo

Art-47
Predicar con el ejemplo

Siempre es admirable ver a una niña o a un niño educado, conscientes de la conducta que deben de tener en diversas situaciones, además de su comportamiento ante los demás.  Llama la atención ver la prudencia con la que se desenvuelven y se enfatiza debido a su corta edad.

Lo primero que uno piensa es en lo bien educados que los tienen sus padres, y a su vez la obediencia que retroalimentan a ellos. Muchos padres de familia quisieran que sus hijos moderaran sus comportamientos, no entienden y se cuestionan, el por qué por más que les dicen las cosas una y otra vez no hacen caso.

Una de las principales incongruencias ante la situación, es la falta del ejemplo.  Las palabras no son suficientes, también se tiene que demostrar lo dicho con palabras, por medio de las acciones.  Y resulta más complicado todavía si a los hijos se les dicen cosas que los padres no les enseñan con el ejemplo, en pocas palabras, cosas que los papás no hacen.

Si al niño se le dice que tiene que tratar bien a las mujeres y el papá trata muy mal a su mamá, difícilmente el niño va a tratar cordialmente a una mujer. O si se le dice que no utilice un vocabulario altisonante y diario escucha como hablan sus padres con puras palabrotas, el niño va a perder la capacidad de asombro ante lo que hacen sus padres, sea bueno o malo. 

Es lo que él creció viendo y es muy difícil que no imite lo que ha visto por parte de las personas con las que viven y “educan”.

La educación comienza en casa, no en la escuela. En la escuela forman académicamente a los hijos, por supuesto que trae un fomento de valores que en el hogar debieron de haber sido sembrados con anterioridad.  No se le puede culpar a la escuela por algo que no le corresponde en su totalidad.

Los niños son muy inteligentes y son como unas esponjas que absorben todo lo que ven, escuchan y perciben. Tal vez en ese momento no comprendan muchas cosas por la falta de conocimiento, pero no lo van a olvidar. Con el tiempo cuando ya sepan distinguir entre el bien y el mal, o entiendan lo que sucedía realmente en esa situación pasada, será parte de las contribuciones de la niñez; donde se marcan, definen y crean las personalidades de un individuo.

De ahí se desglosa una de las principales dificultades de ser padre, el modelo a seguir que se ejemplificará a los hijos. El poder crear esa imagen que se tiene del padre como el superhéroe que todo lo puede y la madre como la mujer más hermosa del mundo con la calidez y dulzura que siempre está ahí para nosotros.

No es fácil, nadie nació sabiendo ser padre, luego se viene cargando con la personalidad de cada uno, más lo que se vio y aprendió en casa por tantos años; sin olvidar factores sociales, culturales y religiosos que intervienen en la educación consciente e inconsciente que se les da a los hijos.

De hecho, uno como hijo, al estar consciente de algunos errores que cometen nuestros padres; tenemos el deseo y toda la intención de no volver a cometerlos cuando nosotros seamos padres.  Pero ¿qué sucede?  En la mayoría de los casos, se repiten las conductas y patrones que se observaron y aprendieron.

Lo imprescindible aquí y por lo que tenemos que esforzarnos al máximo día con día, para ser imitados de la mejor forma en el hogar. Es que mientras haya coherencia entre el fomento de valores, lo que prediquen con palabras, y las acciones de los padres sean uniformes en enseñanzas positivas. Los hijos mantendrán el respeto y credibilidad hacia ellos.  

Por Clarissa Rivera.