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El flautista de Hamelín

Art-172
El flautista de Hamelín

 

Hace mucho tiempo, en un pueblo llamado Hamelín, sucedió algo muy extraño. Un día, todas las calles fueron invadidas por miles de ratones que vagaban por todas partes, arrasando con toda la comida de sus habitantes. Y por más que intentaban ahuyentar a los ratones, parecía que lo único que conseguían era que acudieran más ratones.

Ante la gravedad de la situación, dijeron: -“Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones”. Pronto se presentó un joven flautista a quien nadie había visto antes y les dijo: -“La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un solo ratón en Hamelín”. El joven tomó su flauta y empezó a pasear por las calles de Hamelín haciendo sonar una hermosa melodía que parecía encantar a los ratones. Poco a poco, todos los ratones empezaron a salir de sus guaridas y comenzaron a seguir al flautista. Caminando se alejó de la ciudad hasta llegar a un río, donde todos los ratones se ahogaron.

¡Por fin los habitantes del pueblo estaban tranquilos! Tan contentos que organizaron una fiesta. A la mañana siguiente, el joven volvió a Hamelín para recibir la recompensa, pero no quisieron pagarle: -“¡Vete de nuestro pueblo!, ¿crees que te debemos pagar algo cuando lo único que has hecho ha sido tocar la flauta?, ¡nosotros no te debemos nada!”. El joven flautista se enojó mucho a causa de la ingratitud de aquellas personas y prometió que se vengaría. Volvió a tocar la flauta con una melodía muy dulce. Pero esta vez no fueron los ratones los que lo siguieron sino todos los niños del pueblo. Tomados de la mano, sonriendo y sin hacer caso de los ruegos de sus padres, siguieron al joven hasta las montañas, donde el flautista los encerró en una cueva. Hamelín se convirtió en un pueblo triste, sin las risas y la alegría de los niños; hasta las flores quedaron pálidas de tanta tristeza.

Pasado un tiempo, los habitantes del pueblo buscaron al flautista para pagarle las cien monedas de oro, pedirle perdón y para que les devolviera a los niños. A partir de aquél día, dejaron de ser tan avaros y cumplieron siempre con sus promesas.

 

Autor: Los hermanos Grimm