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La leyenda del Popo y el Izta

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La leyenda del Popo y el Izta

Visitar la Ciudad de México u otras ciudades del centro del país es una oportunidad de  observar los enormes volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl de donde proviene esta hermosa leyenda. Estos gigantes del mundo están localizados en los límites territoriales de los estados de México y Puebla.

El Popocatépetl es un volcán activo con una edad aproximada de 730,000 años y una altura máxima de 5,450 metros sobre el nivel del mar siendo el segundo volcán más alto de México. El Iztaccíhuatl es un volcán extinto cuyo perfil nevado semeja a una mujer recostada, con una altitud de 5,220 metros sobre el nivel del mar por lo que es la tercera montaña más alta del país.

La leyenda nace cuando el imperio azteca estaba en su esplendor y dominaba el Valle de México hace miles de años, donde se  requería un tributo obligatorio como práctica común a los pueblos vecinos. El cacique de los Tlaxcaltecas, tenaces enemigos de los aztecas, cansado de esta terrible imposición decidió luchar por la libertad de su pueblo. Tenía una hija llamada Iztaccíhuatl, una  hermosa princesa enamorada de un joven guerrero llamado Popocatépetl. Antes de partir a la guerra, Popocatépetl pidió al cacique la mano de la princesa Iztaccíhuatl, el padre accedió gustoso y prometió recibirlo con una gran festividad para darle la mano de su hija si regresaba victorioso. Pero un rival de amores de Popocatépetl celoso del amor entre ellos le dijo a la princesa que su adorado había muerto en batalla. Descorazonada y sin saber que todo era mentira, la princesa murió. Popocatépetl regresó victorioso y recibió la terrible noticia de su muerte. Tomó a la princesa entre sus brazos y la llevó a la cima de la gran montaña, le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló frente a ella para velar su sueño eterno. Y de esta forma fueron inmortalizados en la imagen de los volcanes.

La hermosa leyenda de amor entre estos dos jóvenes ha permanecido en el tiempo y el espacio a través de estos dos monumentales volcanes que seguirán hasta el fin del mundo.

 

Por Patricia Tapia Zatarain